Irena, era una enfermera. Los alemanes crearon una muralla para separar a los judíos de los alemanes, a esa muralla no se podía entrar sin permiso, Irena, hizo todo lo posible para conseguir ese permiso y entró a ayudar a ancianos, jóvenes y a los niños.
A Irena, se le ocurrió un plan. Era cambiar la identidad de los niños y que se hicieran pasar por alemanes para que pudiesen salir de esa muralla. A uno lo sacó en un cubo de basura, a otro en un saco de patatas.
Se inventó muchos nombres y al lado de cada nombre puso el nombre real. Eso lo hizo para que algún día esos niños, consiguiesen volver con sus familias.
Los papeles los metió en botellas, y los enterró debajo de un manzano hasta que todo pasase porque si pillaban la verdadera identidad serían torturados Irena y los niños.
La policía nazi pilló a Irena. La joven, fue a la cárcel y la torturaron para que dijese la verdad pero ella nunca decía la verdad aunque sufriera mucho. Al ver que no confesaba la condenaron a muerte. Pero un soldado la dejó escapar. Desde que se escapó se cambió el nombre y no dejó de trabajar.